TABLAS DE SAN ANDRES
Las Tablas de San Andrés: Calle del plano (ICOD DE LOS VINOS)
La tradición de " correr las tablas " en San Andrés, se remonta al siglo XVI. Es quizás la manifestación popular más autóctona de nuestras ciudad, surgida de las vivencias y costumbres de la propia gente de Icod. Esta tradición nace y se desarrolla con ocasión de un trabajo diario, el transporte maderero.
En la zona alta de Icod, existía un aserradero para abastecer las necesidades constructivas de la pobación. Los animales de carga transportaban a una persona que iba colocada en la parte posterior de los tablones y dirigía la madera, desde el aserradero, situado en lo alto de la calle de San Antonio, que se encontraba unida a lo que actualmente es la calle Hércules y la Calzada de Alzola. Las personas que iban en los tablones se ayudaban de unos " remos " de haya o brezo, que servían para frenar al final del trayecto y para ir esquivando las piedras, así como dar a su vez mayor velocidad a los tablones.
Actualmente el fin de correr las tablas es totalmente lúdico y aunque continúan arrastrándose por las calles de San Antonio y Hércules, es la calle del Plano la que cuenta con mayor número de espectadores, debido a la pendiente de la misma, a la panorámica que ofrece, y al choque espectacular de los que se arrastran contra las gomas. Este día también es tradición estrenar el vino en las bodegas de la zona y comer castañas asadas.
Tradición característica en honor a San Andrés de los municipios de Icod de los Vinos y La Guancha en la isla de Tenerife (Islas Canarias). En la víspera del día de San Andrés los lugareños se tiran por algunas de las calles más empinadas de los pueblos montados en unas tablas de madera. En La Guancha la característica principal es que la calle por donde se tiran, además está en curva, lo que añade más dificultad a la bajada.
Sin embargo, la tradición más conocida e importante es la Icod de los Vinos siendo una fiesta visitada por numerosos curiosos de los municipios cercanos y que atrae al turismo que se encuentra de vacaciones en el norte de la isla.
Bienvenido/a al sitio web de Las Tablas de San Andrés, una tradición que se celebra todos los años el 30 de noviembre. Esta celebración se lleva a cabo en la localidad de Icod de los Vinos, en el norte de la Isla de Tenerife, una de las Islas Canarias, en España. Es el referente principal del día de San Andrés en las Islas Canarias, una tradición reconocida en todo el archipiélago que cada año lleva hasta Icod de los Vinos a miles de visitantes.
Esta página es punto de referencia y medio para dar a conocer esta tradición y celebración en todas partes, además de lugar de encuentro de todos los que la hemos vivido y hemos disfrutado de ella; tanto los ciudadanos de Icod como los de fuera, tanto los que hemos participando directamente sobre una tabla, desde niños o mayores, como quienes se hayan divertido en esta fiesta como visitantes, compartiendo el tradicional arrastre de tablas y con las también fieles cada año castañas asadas y el vino nuevo.
Si aún no conoce esta fiesta debería anotarlo en su agenda y visitar Icod de los Vinos el próximo día 30 de noviembre. Se trata sin duda de una tradición única en el mundo que merece la pena compartir y que no debería perderse. Pase y descúbrala.
Las “tablas de San Andrés”, manifestación popular más autóctona de Icod de los Vinos (información facilitada por DON JUAN GOMEZ LUIS RAVELO) Entre las muchas tradiciones que Icod de los Vinos conserva, vinculadas en su mayoría con los antiguos ritos paganos de culto y adoración al Sol o a la Naturaleza -de los que son exponente claro los “hachitos” y hogueras a San Juan, los cestos y ofrendas frutales, las enramadas o las romería de la recogida del poleo- o heredadas de las antiquísimas manifestaciones populares cristianas -como es el caso de las representaciones de comedias, los diversos ceremoniales de la Pasión o el desfile del diablo en la festividad de Las Angustias- quizá sea la tradicional “corrida de las tablas”, las “tablas de San Andrés” como también se la denomina, la manifestación popular más autóctona de nuestra ciudad surgió de las vivencias y costumbres de la propias gente de Icod. Tradición que nace y se desarrolla con ocasión de un trabajo cotidiano; el del transporte maredero, para luego, al desaparecer éste, evolucionar y convertirse en expresión festiva que se vincula con posterioridad a la fiesta del Apóstol San Andrés y al estreno del vino nuevo.
Las “tablas de San Andrés”, manifestación popular más autóctona de Icod de los Vinos Entre las muchas tradiciones que Icod de los Vinos conserva, vinculadas en su mayoría con los antiguos ritos paganos de culto y adoración al Sol o a la Naturaleza -de los que son exponente claro los “hachitos” y hogueras a San Juan, los cestos y ofrendas frutales, las enramadas o las romería de la recogida del poleo- o heredadas de las antiquísimas manifestaciones populares cristianas -como es el caso de las representaciones de comedias, los diversos ceremoniales de la Pasión o el desfile del diablo en la festividad de Las Angustias- quizá sea la tradicional “corrida de las tablas”, las “tablas de San Andrés” como también se la denomina, la manifestación popular más autóctona de nuestra ciudad surgió de las vivencias y costumbres de la propias gente de Icod. Tradición que nace y se desarrolla con ocasión de un trabajo cotidiano; el del transporte maredero, para luego, al desaparecer éste, evolucionar y convertirse en expresión festiva que se vincula con posterioridad a la fiesta del Apóstol San Andrés y al estreno del vino nuevo.
Origen en el Siglo XVI Considerada por la prestigiosa investigadora María Ángeles Sánchez -incansable estudiosa de las costumbres y manifestaciones populares hispanas- como una de las tradiciones más violentas de nuestro país, en unión de la “rapa das bestas” y los conocidos “San Fermínes”; la “corrida de las tablas” es también tradición antigua cuyo origen hay que buscarlo en el siglo XVI -aunque su desarrollo sea posterior-, por ser precisamente en este siglo cuando se procede a la apertura de la imprescindible comunicación entre las zonas altas montuosas y las de medianías y costeras.
Se originó en las actuales calles de San Antonio y Hércules, que antiguamente formaban una sola vía, para el traslado de las maderas, desde el aserradero, construido junto al monte bajo, desde el cual se atendías las necesidades constructivas de la población, las industriales del trapiche azucarero y, en ocasiones, los artesanales de los constructores de barcos que en la caleta de San Marcos se hacían, proporcionando a unos y otros aquellos tipos de envigados o tablazones que fueren necesarios.
El “arrastre” continuado de maderas a través de la acusada pendiente da lugar, con toda certeza, a esta tradición icodense cuyo estudio venimos realizando desde hace algunos años y cuyas conclusiones esperamos en breve dar a conocer por cuanto, hasta el momento presente, la escasa información existente se ha limitado a describir la tradición sin ahondar en sus posibles orígenes e influencias que, en cierta medida, pudieron ser aportadas por los colonos portugueses tan abundantes en el término icodense durante los siglos cercanos a la conquista.
Como es bien conocido, la tradición consiste en deslizarse sobre gruesas y pesadas tablas individuales o tablones colectivos -de tres a seis personas- de madera de tea, previamente lubricadas con sebo, por las más acusadas cuestas de la población. Por ellas se lanzan a toda velocidad hasta quedar frenadas, en unos casos, por el choque violento contra un montón de neumáticos -en especial en la calle de San Antonio-, con resistentes “remos” de haya o brezo que permiten el frenado al final del trayecto, después de haber sido utilizados para conducir la tabla o tablón por la zona deseada o imprimirles más velocidad en el descenso.
Este último procedimiento es -lógicamente- el original, ya que se permitía la máxima maniobrabilidad sobre unas vías mal empedradas, en línea quebrada, sobre las que había que operar con gran destreza para evitar peligrosos choques al no esquivarse a tiempo los resaltes del pavimento o los peligrosos salientes en esquinas y paredes de piedra seca.
CONTROL DE VELOCIDAD El recorrido total originario era mucho más largo que el actual, cubriendo las calles de San Antonio y Hércules, unidas antes de la construcción del Parque Lorenzo-Cáceres, a las que se le unía además la calzada de Alzola. Toda esta longitud exigía un control constante de la velocidad y la máxima pericia, especialmente en los tablones de varias personas, ya que los saltos que ocasionaba la irregularidad del empedrado podrían producir fatales consecuencias como la ocurrida el pasado siglo en el último tramo del trayecto, la mencionada Calzada de Alzola, según hoy conocemos por transmisión oral.
Actualmente la tradición ha evolucionado bastante al haber desaparecido los antiguos empedrados en las calles en que tuvo su origen, perdiendo en gran manera la espectacularidad que le daba la necesaria habilidad del cuyo “chanfle” o curvado delantero inferior era ampliado en ocasiones afectando a la traviesa de apoyo de los pies para poder evitar, con una mayor garantía, los salientes del empedrado.
Esta espectacularidad de maniobra ha quedado actualmente sustituida por la velocidad incontrolable, aumentando por segundos, que el asfaltado de las calles procura, en especial la de El Plano cuya acusada y recta pendiente permite el “salto” espectacular de la tabla en su veloz avance, al cambiar hacia su mitad el plano de descenso, al ser atravesado por el horizontal de la calle del Durazno, alcanzando la prolongación -con la pendiente inicial- después de haber quedado en el aire durante breves instantes.
Este aumento de velocidad incontrolada, verdaderamente increíble en los tablones de mayor peso, es precisamente lo que ha hecho reavivar la tradición en la última década, produciéndose frecuentes y espectaculares choques contra el montón de gomas que permiten el frenado, saltando éstas en ocasiones a gran altura o, lo que es menos frecuente, han padecido roturas de miembros o importantes magulladuras, circunstancia que en gran manera ha servido para actualizar entre la juventud una tradición que padeció cierta crisis con alguna prohibición hacia mediados del siglo actual.
Creó que es en ese atractivo que ofrece el riesgo y la velocidad, unido quizá a cierto afán de protagonismo en los participantes, lo que mantiene viva y en auge esta extraña y original manifestación popular festiva de Icod de los Vinos.
Los icodenses saborean por San Andrés el vino nuevo, las castañas y la carne de cochino. El silencio se rompe en el municipio con esta arraigada tradición secular de “correr las tablas”, convirtiéndose ésta en una de las manifestaciones más autóctonas de Icod de los Vinos.
Cuentan que surge la tradición por el antiguo trabajo diario del transporte de la madera. En la zona alta de Icod se localizaba un aserradero para abastecer las necesidades constructivas de la población y para la fabricación de barricas de vino. Los animales de carga transportaban a una persona que iba colocada en la parte posterior de los tablones y que dirigía la madera desde el aserradero situado en lo alto de la calle San Antonio, que se encontraba unida a lo que actualmente es la calle Hércules y la calzada de Alzola. Los que iban en las tablas se ayudaban con unos “remos” de haya o brezo, lo que les servía para frenar al final del trayecto y para ir esquivando las piedras, así como para dar mayor velocidad a los tablones.
Posiblemente una de las vías a utilizar para acercarnos y conocer múltiples manifestaciones populares del Archipiélago sea a través de las fiestas, hecho lúdico que va a motivar cualquier acción didáctica en los centros, despertando el interés del alumnado. Estamos frente a una fecha significativa donde confluyen diversos elementos simbólicos, festivos y gastronómicos.
Las fiestas populares canarias tienen un marcado carácter estacional, ligado al ciclo festivo del año. Muchas de estas manifestaciones populares adquieren unas señas de identidad que difieren de un lugar a otro, dependiendo del contexto o lugar donde se desarrollan.
El ciclo festivo en Canarias estuvo íntimamente ligado al trabajo y a las tareas del campo que comienzan, todavía en la actualidad, alrededor de los meses de septiembre y octubre. Tras la vendimia, tarea que se prodiga abundantemente por todo el Norte de la Isla de Tenerife, le sigue la preparación de los terrenos: arar, surquear, barbechear y la siembra de papas o de trigo y centeno; hoy reducida esta última a pequeños núcleos rurales que se resisten a perder el grano "del país", como bien dicen los agricultores isleños.
Semillas que una vez tostadas, destinan a producir su propio gofio que manufacturan en los todavía abundantes molinos de las Islas. Del cultivo de los cereales, amén del grano, aún se sigue aprovechando la paja para confeccionar objetos artesanos -tanos, balayos, harneros o "jarneros"-, albardas como las que realiza don Domingo Mesa en la Cruz Santa, Los Realejos, o para el "tapumen", cubierta vegetal de los pajares o pajales de las medianías del Valle de La Orotava.
Estas prácticas agrícolas, que no son iguales en todo el Norte de la isla de Tenerife, dependen principalmente de la ubicación, orientación, altitud de los cultivos y de la presencia o no de agua para los mismos.
Desgraciadamente la pérdida de la agricultura y la ganadería, los modos de vida de una sociedad eminentemente agraria hasta hace no muchas décadas en Canarias, en detrimento de la construcción y el sector servicio ligado íntimamente al turismo, genera en las islas unos cambios de usos y costumbres que inciden directamente en la cultura popular y por tanto en las manifestaciones festivas. En este sentido, los centros de enseñanza y la comunidad educativa en general deben desempeñar un papel primordial al tratar de evitar que nuestras señas de identidad desaparezcan o se vean desplazadas a un segundo término por la "globalización cultural".
Los centros de enseñanza, desde el ámbito en que desarrollan su práctica docente, deben dedicar especial atención al fomento y conocimiento de nuestras señas de identidad como pueblo. Motivando a toda la comunidad educativa y, en especial, al alumnado, a indagar e investigar en nuestras raíces culturales como vía para reconocer nuestra propia idiosincrasia, en definitiva, el estar orgullosos de "sentirnos canarios".
Posiblemente una de las vías a utilizar para acercarnos y conocer múltiples manifestaciones populares del Archipiélago sea a través de las fiestas, hecho lúdico que va a motivar cualquier acción didáctica en los centros, despertando el interés del alumnado. Tras las vendimias que se fueron repartiendo a lo largo de todo el verano hasta bien entrado el mes de octubre, viene un periodo de reposo de esos caldos que se "abren" por el mes de noviembre; en la isla de El Hierro por el día de Todos los Santos y en Tenerife, en el Norte, por el día de San Andrés.
Estamos frente a una fecha significativa donde confluyen diversos elementos simbólicos, festivos y gastronómicos. A la apertura de las bodegas junto al consumo de castañas que todavía abundan en las medianías del norte de Tenerife y partes altas del sur de la Isla, gracias a la conservación de los numerosos castañeros, se le suman una serie de manifestaciones populares donde el ruido es el denominador común y los chiquillos y las chiquillas de nuestros pueblos los principales protagonistas. Múltiples han sido y son los interrogantes en torno a esta efemérides y pocos los trabajos realizados al respecto.
Con esta intención, y tomando como base un importante trabajo sobre nuestras fiestas populares realizado por el antropólogo y catedrático de la Universidad de La Laguna, don Alberto Galván Tudela, vamos a fundamentar los orígenes de esta fiesta de San Andrés.
FIESTA DE SAN ANDRÉS. En la Fiesta de San Andrés, la noche del 29 al 30 de noviembre, "se tapan" los vinos en Canarias. Hecho que marca la culminación de la fermentación de los caldos. A partir de aquí, los cascos de vino con tapas de corcho o trozos de tabaiba envuelta en tela de saco marcan la época de su consumo.
Acompañando este hecho, aparecen en las calles de los pueblos del Valle de La Orotava decenas de chiquillos tirando de "los cacharros", latas de conservas enhebradas con un alambre o "verga" -los más "zangalotes" con neveras, bidones y hasta coches viejos-, haciendo ruido por el rozamiento de estos con los adoquines o el asfalto. Esta manifestación tiene algunas variantes, según los pueblos, en función del material utilizado para producir el ruido.
Tal es el caso de San Juan de La Rambla, La Guancha o Icod de Los Vinos, donde "los cacharros" son sustituidos por el denominado "carro de San Andrés" o "las tablas" -madera untada con grasa o cera para permitir su deslizamiento- de diferentes tamaños en función del número de personas que montadas sobre ellas se "tiran" por las pendientes calles de adoquín. Menos conocido, pero también presente en zonas como La Corujera en Santa Úrsula, son los "carros de madera con ruedas de rodillos".
Podemos decir que estamos ante una fiesta de carácter comunitario donde las familias y amigos -y los chiquillos y las chiquillas- se reúnen en torno a un brasero donde se tuestan las castañas o se guisan con agua, sal y matalauva que se acompañan con un buen mojo, un pedazo de pescado salado o sardina y batatas del país.
Son múltiples y de diferente origen las versiones sobre el inicio de esta festividad. Unas de carácter religioso, como la que sostiene que "San Andrés era cojo, llegó borracho y cargado de cacharros a fines de noviembre y no el día primero como todos los santos. Otros afirman que el santo cogió tal borrachera que se quedó dormido y hubo que despertarlo con el ruido de cacharros que los niños le habían colgado de sus ropas. Algunos curas ven una relación con el martirio del santo, en el que este fue sacrificado y arrastrado.
Por último hay quienes afirman que se trata de la institucionalización de una costumbre en las islas, por la cual durante la acción de las plagas de langostas se hacían correr cacharros para ahuyentarlas". Alberto Galván Tudela, en su trabajo sobre las Fiestas Populares en Canarias, también apunta la posibilidad de una festividad asociada al vino y a los bodegueros, "(...) Una vez hecho el mosto, este se deja fermentar en un tonel y se le deja reposar ocho o diez días. A partir de entonces, el vino se pasa a otro tonel que debe estar limpio. Tal limpieza se realizaba con una lejía especial extraída de algunas plantas y con agua salada.
Para conseguir el agua salada, bajaban desde las bodegas a la costa y limpiaban de esta forma los toneles, al menos en los primeros momentos. Debido a la inexistencia de medios de transporte apropiados los hacían rodar por las pendientes, y algunos incluso afirman que utilizaban unas tablas, las corzas, para evitar que se dañara la estructura del tonel".
Sería muy interesante que, al margen de estas hipótesis que nos aporta este profesor, hagamos un esfuerzo en acercarnos a una práctica no muy frecuente a la hora de analizar y estudiar nuestras costumbres populares. Nos referimos a la importancia que debe tener en nuestra metodología de trabajo la transmisión oral.
Esa cultura de los viejitos y las viejitas de las Islas, de las clases menos pudientes que los avatares de la historia le impidieron acercarse a la escuela para recibir una instrucción pública. Por suerte, estas mujeres y estos hombres supieron escuchar con atención y respeto a sus mayores y hoy, gracias a ellos, podemos acercarnos a conocer parte de nuestra historia, una historia que difícilmente se ve reflejada en las numerosas publicaciones que se editan anualmente en Canarias.
El rico folclore canario nos puede sorprender con numerosas producciones en torno a esta efemérides: poesías, romances, adivinanzas, cantares, bailes, juegos, gastronomía, medicina tradicional, artesanía... para llegar a ellas, sin lugar a dudas esta nuestra gente, las personas mayores que almacenan en su memoria gran cantidad de información a la que podemos acceder siempre con una actitud de respeto, confianza y agradecimiento.
Dándoles siempre el protagonismo que se merecen haciéndoles partícipes de nuestra investigación, reconociendo en todo momento el papel de "maestros de la tierra" que desempeñan, transmitiendo sus vivencias y enseñando a nuestro alumnado. Con toda seguridad, al diseñar actividades de este tipo iremos logrando alumnas y alumnos más solidarios, respetuosos y orgullosos de nuestra cultura, de nuestra identidad.
 

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